Son las tres de la mañana, las horas me consumen la vida y se desvanecen ante mi como la arena que resbala entre los dedos. Estoy cansado y solo quiero dormir, pero mis pensamientos no me dejan y me fulminan con pálpitos retumbantes en mi cabeza, imágenes confusas y repetitivas, cíclicas y caleidoscópicas. Mi espalda esta tensa y mi cuerpo se siente tan cansado y frágil como mi cabeza. Tengo miedo de que se repita el suceso de diciembre, tengo miedo de perder nuevamente los estribos, tengo miedo de perder mi visión periférica, de la sudoración fría y de escuchar las voces como entre tarros metálicos llamándome desde lejos. Tengo miedo de caminar por bulevar perdido, tengo miedo del sonido retumbante de la ambulancia que me lleva al descanso forzado de los barbitúricos, temo que se me queme mi cerebro. Me estoy quemando, me estoy consumiendo... y la pausa en el camino todavía está lejos.
Pero mi temor es más grande cuando pasan las horas y la noche se consume para convertirse en día. Mi temor se vuelve desazón y aburrimiento. Tarde o temprano tendré que enfrentar esa realidad que es recreada por mi cabeza en las noches y que me lleva a estas largas jornadas de insomnio, a dar vueltas y vueltas en mi cama, a tener sed y a la necesidad de químicos, fármacos y yerbas... para poder estar dormido. Tengo sueño, pero mis pensamientos alados me han vencido, me han dominado. Ni siquiera mis eternos sueños con el demonio han logrado éste nivel de sugestión en mi. Tengo miedo, no de las cosas que me rodean, no de los espíritus ni de los duendes ni hechiceros o dragones... tengo miedo de mi mente, de lo que le pasa por dentro... tengo miedo de que se vaya, de que vuele como una cometa cuando se le suelta la cuerda... tengo miedo de que se vaya y no vuelva... y quede flotando entre mis pesadillas con cúmulos de pensamientos rotos cargados de odio y de desdicha, de imágenes caleidoscópicas que se repiten sin cesar, imágenes tridimensionales, mayas alámbricas con sistemas de partículas repletas de diseños infinitos e inconclusos, perdidos entre la profundidad de campo con desenfoques gausianos y curvas vectorspocicas con correcciones de estilo plagados de colores y llenos de tipografías, todo ello sin sentido y convertido en imágenes vomitivas y auspiciadas con palmaditas en la espalda y frases cargadas de aire caliente y nada mas porque de fondo no tienen nada, con voces como ladrido de perros, impositivas y necias, repletas y satisfechas de las lagrimas de los míos, de los demás soldados, que tal vez como yo únicamente esperan al milagro o a la muerte mientras estoicamente siguen peleando por un navío que tal vez ya está hundido y nunca nos dimos cuenta del naufragio, o ¿acaso será un submarino hundido?.
Mi mente vuela y vuela... pero en su vuelo está cargada de imágenes tormentosas repletas de una realidad sugestionante mezclada con mundos virtuales generados por el arte de decir mentiras y de seducir con ilusiones a los pobres infelices que viven sus días entre este barullo de consumo, este gigante dinamo retumbante y agotador. Temo perder la cabeza y nunca más volver a ser consciente de mis ideas ni de estar a su lado mientras planea. El tiempo se me termina y aunque creo que solo debo tener paciencia, no se si el límite de mi cabeza me permita alcanzar mi meta.
Cuando despierte en la mañana, todo lo que sé se habrá ido, sólo quedará la mitad de mi cabeza con sus últimos diez ding-dongs retumbando como campanas desde las orejas hasta los dedos de mis pies, como una voz diciendo que había algo que debía saber. Esta noche vuela, pero mañana se arrastrará sobre el asfalto y la arena. Momentos como estos hacen que me pregunte si lo que nunca llegue a saber del significado de las cosas es lo que parece; novias, madres, padres, hermanas, amigos... trabajo y ¿vida? . Tal vez ya no deseo, no funciono, no pienso... no voy más allá del próximo cheque y la próxima cerveza, bueno..., confronto mi mente para continuar, porque cuando despierte en la mañana, todo lo que sé, se habrá ido.
Son las tres de la mañana, las horas me consumen la vida y se desvanecen ante mi como arena que resbala entre los dedos.
Daff Schneydher, Abril. 2008
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