Prefacio.
Der Sommer war sher gross.
¿Donde estoy? Perdido entre las sombras. Tal vez muerto nuevamente y caminando en éste agónico sendero de sombras y dolores, asimilando que esta vida y este mundo no son más que el purgatorio donde pagamos las culpas de otras vidas con la esperanza, si es que existe, de que en la siguiente vida alcancemos la gloria y la plenitud eterna. O al menos alcancemos la siguiente vida.
La noche llega cada vez más rápido día tras día y la oscuridad, esa misma que se marchó al norte durante el verano, regresa reforzando los mismos dolores y la misma desdicha que año a año atormenta mi espíritu, mi soledad. Siempre he pensado que soy un ser de las sombras; me siento pleno en las tardes frías y lluviosas refugiado en un café con un poco de whisky, mi pipa y si es posible, con algo de música acorde con el momento; por lo general un réquiem o algo de esa música que una amiga cataloga como rock melódico emo-sinfónico: Los coros y los violines movilizan mi alma y hacen de cada tarde agónica un momento para mi sublime, como una danza en un eterno funeral de ensueño. Es como vivir en un triste poema sin final en donde tal vez soy el único romántico que ve la belleza oculta en el agua que corre por la calle arrastrando las hojas ahora rojas y marchitas que cayeron de los árboles mientras miro por la ventana como todo se hace cada vez más gris incluido mi reflejo, mientras en lo profundo de mi cabeza rondan ideas mezcladas con sentimientos que se convierten en textos fugaces, insolentes o rutinarios, cargados de melancolía y tristeza o tal vez de gritos desesperados y ocultos entre figuras rebuscadas entre tantas letras para plasmarlos sobre estas paredes que han sabido ser mis placebos para tal vez no hacerme ni adicto, ni loco.
Silenciosamente el invierno se acerca al hemisferio y sus sombras altas de apoco se aferran a los ya pocos y no tan largos días que le quedan al verano convirtiéndolos en el marchito y triste otoño. En uno de estos días me invadió una necesidad enorme, una necesidad de escupir como hastiado. Hacía mucho no escribía tanto, sin embargo, esta vez no escribí historias raras sobre mi alter ego ni cuentos o criticas sobre animación y movimiento. En un impulso de esos como el de vomitar cuando uno está muy borracho, escribí mis recuerdos de los últimos 4 o 5 meses, dulces y amargos: una mezcla que me hizo tanto daño que ahora apelo al viejo método amazónico para extraer el veneno de una picadura o mordedura de serpiente. Chupar el veneno y escupirlo lejos.
La tristeza es una gran movilizadora y más en mi vida y aunque para mi es uno de los sentimientos más sublimes, últimamente me cuestiono si en verdad vale la pena dedicar tiempo a esta tristeza que me agobia, más cuando a miles de kilómetros es posible que ese sentimiento sea algo completamente ignorado y exiguo o tal vez risible, al punto de ser correspondido únicamente con una mentira más que se enmascara en un montón de parafraseos escritos de memoria y recitados en una ráfaga de palabras con sentido pero sin sentimiento y que aunque generalmente se contradicen, tratan de tener y mantener su lógica con el único fin de cumplir con el deber de tranquilizar a su infeliz interlocutor como lo hace la música con las bestias… tal vez con la esperanza de que tarde o temprano se las lleve el viento para quedar en el olvido tal y como pasa con un mal recuerdo. Ese pensamiento y esa sensación me hace cuestionar el si vale la pena seguir escribiendo o dedicando energías a dicho suceso, así que por el momento, logré detener esa furia caudal de escribir y me concentré en estos párrafos que pueden ser un prefacio o un final para ese escrito, pero que a fines prácticos, y por ahora, solo me conducen a lo mismo. Un texto escrito únicamente para mí.
En mi más profunda oscuridad interna me refugio cuando estoy triste y siempre bajo el amparo de la luz de la luna, porque es clara, limpia, suave y no lastima. También porque ha sabido ser una gran confidente y guía. Más cuando con el pasar de los años y mi peregrinar por el mundo reafirmo día a día que soy un solitario no tan sombrío pero si propietario de un karma que como la niebla me enceguece como a un marinero perdido en un mar de miserias que busca desesperadamente en la tierra el horizonte donde se alcen luminosos los ojos que desde siempre iluminaron sus sueños para que lo conduzcan de vuelta a su rumbo. Pero mientras tanto llora y muere en vida bajo la lluvia y cava su tumba rodeada por flores negras en lo profundo de su alma.
Tal vez este es el momento que no quiero que venga pero que siento ya es necesario. Tal vez no sea el momento para mi decisión, pero los actos, las palabras y las acciones me indican lo contrario. Uno suele acostumbrarse al dolor y creo que eso no es un buen sentimiento. Es bueno estar triste por algo que valió la pena, pero los mismos hechos cada día me confirman que de bueno no hubo nada, que todo fue una pantomima armada con fines que desconozco y que tal vez se salio de las manos... por lo que se apeló a un portazo cínico y sin tacto... sin explicaciones. Creo que ya nada tiene remedio y cada día me convenzo de que ni siquiera volviendo a cruzar el atlántico, lograré darle vuelta a la hoja para mantener la esperanza de escribir nuevas frases o símbolos en esta historia. Creo que esta vez me conviene cerrar el libro, tal vez me equivoque, pero los hechos no me dicen lo contrario y me reafirman en que es la mejor salida, y así de paso hago algo bueno y ayudo con su pantomima, haciendo que lo que se salio de control no siga, para así hacer que todo vuelva a ser como antes. Con todo y lo que eso significa.
Daff Schneydher. Marzo, 2007
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Elephant Girl - 2007
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