martes, 18 de septiembre de 2007

El entusiasmo y la lluvia; cuando hablo conmigo.

El entusiasmo y la lluvia; cuando hablo conmigo.


“…Para encontrarte en lo infinito, has de diferenciar para luego juntar, para calmar las ansias de lo lejano y futuro, ocúpate aquí y ahora usando tus aptitudes…” Goethe.


La tempestad atmosférica despeja el ambiente; de manera semejante se debe proceder respecto de las fallas de los hombres que provocan estados de tensión. Es necesario volver al orden de la vida en cuanto se alcanza la liberación, retirarse a las condiciones normales cuanto antes es lo que corresponde.

La voluntad de Dios, que se manifiesta por medio de los profetas y los santos debe ser acatada con humildad, porque solo así surgirá la iluminación interior y una verdadera comprensión del mundo. Dando a la vida y al destino su sitio justo ,se alcanza la armonía con el destino. Todos los seres necesitan del alimento que procede de arriba, gracias a la lluvia, que no es posible forzar y es preciso esperar y la espera no es una esperanza vacua, alberga la certidumbre interior de alcanzar la meta y únicamente quien posee la fortaleza domina su destino, basado en una actuación perseverante.

Cada terminación es seguida por un nuevo comienzo. El hombre de vocación, el predestinado, tiene un asiento duradero y gracias a ello, su camino se cumple a cabalidad y se estructura el mundo. La gracia, la forma bella, es necesaria en toda unión para que sea ordenada y amable y no caótica. De todas maneras no constituye lo esencial. En la vida humana, la belleza consiste en el orden y la armonía. La naturaleza de todos los seres puede inferirse en aquello donde las cosas tienen su duración como la independencia del hombre que no se fundamenta en la inmovilidad o rigidez, sino que vive de acuerdo con el tiempo y con él varía.

El fin es el comienzo de todo movimiento y una vez que ha conseguido aquietarse en el interior del hombre, puede dirigirse hacia el mundo externo, por ello, los pensamientos deben limitarse a la situación presente de la vida ya que lo duradero es el rumbo firme en el tiempo, la ley interior que determina sus actos. Es necesario comprender cuales son las exigencias del tiempo para poder encontrar la debida compensación para las carencias y los daños que afligen en este momento. La verdadera grandeza consiste en estar en armonía con lo recto y justo. Es preciso evitar hacer cosas que no estén dentro de ese orden.

El trueno y la lluvia ocupan el aire en una caótica situación de plenitud y la tensión se descarga en tormenta que alivia. Las dificultades iniciales surgen de la plenitud que se debate por alcanzar su forma, como el trueno y la lluvia, por eso, es preciso aguardar, pues todo intento prematuro puede acarrear el fracaso. El conflicto nace cuando uno es verás y lo frenan, para ello es conveniente una pausa a mitad del camino y una firme serenidad dispuesta a la conciliación, al arreglo en la mitad del camino. Llevar los conflictos hasta el fin acarrea malas consecuencias. También conviene contar con alguien imparcial, revestido de autoridad suficiente para resolver el conflicto pacífica y equitativamente. El conflicto interior paraliza la energía para vencer el peligro exterior y es en estos momentos cuando se requieren medidas extraordinarias, pues los tiempos extraordinarios semejan una inundación… son situaciones transitorias.

Todo debe tratarse al comienzo con delicadeza y protectoramente, con el fin de despertar el entusiasmo. Es necesario atenerse en las disposiciones a la índole de los conducidos. En el seno de la sociedad podrán imponerse aquellas leyes que están arraigadas en el sentir del pueblo. Toda unión entre seres humanos encierra el peligro de que se introduzcan subrepticiamente causas y ocasiones de malos entendidos y desavenencias. Si se apunta a un fin duradero, será posible salvar los escollos que destruyen las relaciones humanas. Así también, las relaciones libres de todo tipo se fundan en una actitud de reserva inspirada en el buen tino. La inclinación libre constituye la base de toda unión y solo mediante la diaria renovación, el hombre se mantiene a la altura de sus capacidades. El entusiasmo es capaz de unificar las masas, como en el caso de la guerra, para así obtener la victoria.

El estado de estancamiento cede al movimiento, es el principio fundamental donde la energía que resurge necesita fortificarse mediante el descanso y es aplicable a todas las circunstancias correlacionadas como la idea del retorno, que se basa en el curso de la naturaleza, en el movimiento, que es circular y se encierra en si mismo. No es preciso apresurarse, todo deviene a su debido tiempo. Tal es el sentido del cielo y la tierra, ying y yang, hombre y mujer. La evolución se expresa avanzando paso a paso. Quietud y tranquilidad por dentro, afuera penetración, posibilitan la evolución y el progreso. Precisamente lo paulatino de la evolución hace necesaria la perseverancia constante. Solo así, con constancia, se consigue que no se pierda el lento progreso, como el árbol sobre la montaña: no surge de un momento a otro; crece paulatinamente, y su evolución llega a influir en el paisaje de todo el contorno. Del mismo modo, la influencia en los hombres ha de ser paulatina y entusiasta. Se consigue con un trabajo cuidadoso y constante en procura del propio desarrollo social.

En etapas de acumulación de fuerzas, todo dependerá de la personalidad. Estando en armonía con el cielo, es venturoso arriesgarse en los planes más difíciles y el destino se cumplirá solo, si antes uno está preparado y dispuesto a recibirlo.


Basado en textos de Lee Tuan
Daff Schneydher, Septiembre. 2007



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